La transición hacia la adolescencia es una fase crucial en la vida de los jóvenes, marcada por un rápido desarrollo físico, emocional y cognitivo.
En este periodo, la atención a la nutrición adquiere un papel fundamental para garantizar un crecimiento saludable y, también, un rendimiento académico óptimo.
Entre los nutrientes esenciales, EPA y DHA han captado la atención de investigadores y profesionales de la salud por sus beneficios potenciales sobre la salud cardiovascular, cerebral y visual. De forma más concreta, se ha demostrado su utilidad en el abordaje de trastornos como el déficit de atención en adolescentes (TDAH), trastornos de comportamiento o del sueño, así como en trastornos de ansiedad.
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¿Qué hace el omega-3 en un adolescente?
El omega-3 no es un simple complemento nutricional, es un aliado realmente valioso en el desarrollo durante todas las etapas de la vida.
Los cerebros humanos modernos acumulan DHA hasta los 18 años, y de forma más acusada desde aproximadamente la mitad de la gestación hasta los dos años. Por ello es muy importante asegurar un aporte óptimo durante los periodos de gestación, lactancia, infancia y adolescencia.1
Sin embargo, es necesario el mantenimiento de sus niveles cerebrales en el estado adulto y, especialmente, en personas de edad avanzada, donde el estrés oxidativo y la neurodegeneración son responsables de la aparición de diversas enfermedades neurodegenerativas.
El DHA, en particular, constituye un componente estructural esencial de las membranas celulares, suponiendo hasta el 20% de los ácidos grasos que constituyen la corteza cerebral. Este importante componente estructural interviene en la plasticidad sináptica y neurotransmisión, con los beneficios que ello supone en la función cognitiva y consolidación de la memoria. Igualmente, las células de la retina responsables de la visión (conos y bastones) también necesitan mayores niveles de DHA en sus membranas para la transmisión del estímulo visual.3,4
Por su parte, el EPA va a contribuir con el equilibrio de eicosanoides al corregir las proporciones elevadas AA:EPA y omega-6:omega-3, asociadas clásicamente con una situación proinflamatoria y al mayor riesgo cardiovascular, permitiendo así una mejor respuesta del sistema inmunitario frente a la resolución de la inflamación.5-7 Por ejemplo, esto se ve muy bien reflejado en la salud dermatológica, donde unos niveles adecuados de omega-3 pueden prevenir las erupciones cutáneas (acné).
Sin embargo, y en el contexto específico del trastorno por déficit de atención en adolescentes (TDAH), el EPA ha emergido como un recurso prometedor. Su consumo regular puede tener efectos positivos en la atención selectiva y sostenida, reduciendo así la hiperactividad que a menudo acompaña al TDAH.9 Es más, investigaciones recientes han encontrado ratios AA:EPA elevados en TDAH y autismo.
Este hallazgo subraya la importancia de fórmulas que aporten EPA en mayor proporción respecto al DHA, como Puro Omega Natural Omega-3 niños, para contrarrestar este tipo de desequilibrios.
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